El lenguaje es uno de los pilares fundamentales en el desarrollo global del niño, incluso es uno de los aspectos más vulnerables cuando las características y circunstancias del niño y del ambiente constituyen factores de riesgo .
Las sesiones de estimulación temprana se basan en un conjunto de actividades y estrategias de estimulación que favorecen el desarrollo de las potencialidades de los niños en riesgo o con déficits proporcionándoles las experiencias que éste necesita desde su nacimiento. Esto se logra con la presencia de personas y objetos interactuando armónicamente con el niño y en situaciones de variada complejidad, lo que genera en él motivación e interés para lograr un aprendizaje efectivo y una relación dinámica con su ambiente. Estos deben aplicarse tempranamente, puesto que los tres primeros años de vida de un niño son importantes para su desarrollo. Desde esta perspectiva, toda estimulación que se haga con posterioridad a este período disminuirá su eficacia en la medida que más tardíamente se inicie. En segundo lugar, los estímulos deben estar acordes con el nivel de desarrollo del niño su interés y su actividad. Por último, debe realizarse en un contexto significativo para él de manera de desarrollar respuestas adecuadas que puedan generalizarse con más facilidad.
Los aspectos a tener en cuenta son: un Contexto significativo, Agentes estimuladores, Estímulos significativos y motivadores , los cuales irán variando, cuidando siempre que sean llamativos en color, forma y sonido, además de fácilmente manipulables de acuerdo a sus capacidades motoras y de coordinación. También es importante en relación a los estímulos, el tiempo de presentación de los mismos. En general, debe adecuarse a las capacidades de atención del menor y, lógicamente, el tiempo más apropiado será aquel que permita al niño interactuar con los objetos u otras personas manteniendo el interés y la motivación.
Así mismo se debe realizar una Estimulación continua y total y tener en cuenta las Características biopsicosociales del niño.
A las consideraciones anteriores, se ha querido agregar otros dos aspectos que resultan esenciales al tratarse de una estimulación de lenguaje en el cual las interacciones niño-adulto o niño-niño juegan un rol fundamental. Ellos son: verbalización y gestos; afectividad y refuerzos positivos. El primero está referido a que toda actividad realizada con el niño debe ir acompañada de la verbalización y lenguaje no verbal y paraverbal apropiado. Este punto es básico para que el niño logre la integración adecuada entre forma, contenido y uso. El segundo punto, puede aplicarse a todo tratamiento o programa de estimulación y apunta a que todas las personas que rodean al niño deben estar alerta y alabar toda reacción que el niño tenga frente a la estimulación con sonrisas, caricias y palabras afectuosas. Esto favorece el intercambio afectivo del niño con su mundo social y crea un marco propicio para un desarrollo socio-emocional armónico.
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